ArtÃculo de JoaquÃn Arce Fernández en El Comercio, 19 de setiembre de 2008
LOS que podemos disfrutar de largos veranos en contacto con la naturaleza somos gente afortunada. Pero, como todo en la vida, esa situación tan favorable también nos hace detectar cambios y problemas de nuestro entorno que a otros, por desconocimiento, no les preocupan y padecer pequeñas molestias que los demás no suelen sufrir. Algunas de ellas agravadas por el imparable cambio global, como, por ejemplo, las quemaduras del sol, las medusas y la expansión de las garrapatas en Asturias, plaga, que, algún dÃa cercano, deberá merecer la atención de nuestras autoridades sanitarias y ambientales.
Viene esto a cuento porque, de la misma manera, la crisis económica, tan temida por sus terribles efectos negativos sobre el empleo, los precios y el crecimiento económico, también tiene una segunda cara que debemos ver con esperanza. La crisis nos lanza un claro mensaje y tenemos que saber escucharla y aprender con ella. Debe ser una oportunidad para reflexionar y corregir un rumbo equivocado, insostenible y suicida de la economÃa. Y si sabemos hacerlo, la crisis, como cualquier dolor repentino que nos avisa de una enfermedad, puede ser el punto de inflexión o el revulsivo que necesitamos para mejorar nuestra sociedad y elegir el camino correcto: casi una bendición.
AsÃ, la subida de los precios del petróleo debemos aceptarla como un incentivo para cambiar el modelo económico y energético, reducir la contaminación e impulsar de forma definitiva el ahorro, la eficiencia energética y las energÃas renovables. Como muy bien señaló Zapatero este mes en Rodiezmo, el ahorro debe ser nuestra principal fuente energética (aunque otros compañeros suyos en Asturias quizás preferirÃan que hubiera prometido pagar alguna autovÃa innecesaria como La Espina-Ponferrada, algún sobrecoste o incluso una central nuclear). Para conseguir ese ahorro, llega el momento de orientar el transporte hacia la seguridad y la eficiencia, el ferrocarril y los autobuses, la bicicleta y el paseo. Y dejar de lado los coches, los camiones y la construcción de más carreteras.
La escasez de materias primas, agua, pesca y otros alimentos debe ayudar a que disminuyamos el consumo excesivo de todo, limitemos con decisión la pesca, desarrollemos la agricultura cercana y ecológica y dirijamos nuestras prioridades hacia bienes inmateriales como los amigos, la lectura, el arte, el deporte o el disfrute del tiempo libre. También para reducir el volumen de las basuras, reutilizar y reciclar.
Asimismo, la crisis financiera global se convierte en una inmejorable oportunidad para establecer mecanismos fiscales que desanimen la especulación y la corrupción, como la Tasa Tobin y similares, y que además permitan financiar con suficiencia unas instituciones mundiales sólidas y con competencias efectivas contra el cambio climático y para extender a todo el planeta los derechos humanos y el Estado del bienestar.
El parón de la construcción y el estallido de la burbuja inmobiliaria nos avisan de que se acaba el tiempo de las grandes obras públicas, de las inauguraciones faraónicas, de los disparates como el escándalo de El Musel, de llenarlo todo de nuevos bloques de pisos y urbanizaciones y de considerar el suelo y las viviendas como bienes de inversión o especulación en vez de bienes de uso. Como dijo Solbes (a veces, me encanta, me recuerda a Marcos Senna, tan bien colocado y tan solvente), «la recesión limpia la economÃa» y «no podemos seguir construyendo 800.000 viviendas nuevas al año en España y el sector se debe ajustar a las necesidades de la sociedad». Irlanda nos enseña el camino: se convirtió en el paÃs más rico de Europa sin construir ningún kilómetro de autovÃa. Es el momento de mirar con lupa el coste de oportunidad de los recursos, de investigar, innovar, rehabilitar, conservar, embellecer, limpiar, reparar…
El proceso de despoblamiento y liquidación del medio rural interior, paralelo a esta crisis, pero más antiguo y estructural, debe hacernos buscar nuevas polÃticas de conservación de la biodiversidad y el medio agrÃcola y ganadero, polÃticas sostenibles que pongan en valor los pueblos, los doten de servicios suficientes para hacerlos atractivos y favorezcan la simbiosis entre el hombre, las plantas y los demás animales.
Por último, la crisis debe volcarnos aún más en la mejora de los servicios públicos del Estado del bienestar: sanidad, educación y servicios sociales, buscando su expansión y sostenibilidad y dando siempre prioridad a la sanidad preventiva (menos contaminación y más hábitos saludables y lactancia materna), la educación pública (que garantiza la cohesión social) y la atención a los parados, los dependientes y los más débiles. No se trata, como piden algunas voces de la patronal asturiana, de forma casi obscena, de hacer frente a la crisis «adelantando inversiones o manteniendo niveles de gasto», es decir, tapando los sÃntomas con medidas coyunturales que son más de lo mismo que causó la crisis. Ni bajando impuestos. Debemos ir a la raÃz de los problemas, cambiar el tipo de las inversiones a realizar, afrontar reformas estructurales y reconvertir sectores enteros, como se tuvo que hacer tras la crisis de 1973 o en los años 80 del pasado siglo.
S i somos capaces de afrontar asà esta crisis, de adaptar el sistema económico a los nuevos requerimientos climáticos, energéticos y sociales, además de conservar el planeta y avanzar de forma sostenible, crearemos amplias oportunidades de empleo. Asà lo entiende la Unión Europea, que ha situado las medidas de mitigación del cambio climático en el corazón de todas sus polÃticas y las ha definido como la parte esencial de su estrategia hacia el desarrollo económico y la creación de empleo.
Algunos datos de la UE, recogidos por WWF-ADENA en su informe ‘Jobs and the Climate and Energy Package’, son clarificadores: en el sector de la construcción europeo, las polÃticas de mitigación del cambio climático podrÃan crear entre 285.000 y 856.250 empleos más y ahorrar 70 millones de toneladas de CO2; en el sector del transporte, el empleo medio, si se fomentan las tecnologÃas limpias, crecerá; las polÃticas de eficiencia energética pueden aportar 500.000 empleos extra,y el empleo en el sector de las energÃas renovables de la UE puede llegar a los 2 millones de personas en 2020. Y todo ello sin explotar completamente las posibilidades de creación de empleo de los sectores verdes.
Es la hora de la transición decidida hacia una economÃa sostenible. Y la crisis actual puede ser una gran oportunidad para lograr el consenso social necesario para impulsarla.
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