Nuestros padres consiguieron vivir mejor que nuestros abuelos. Pero mi generación, la nacida a partir de la década de los ochenta, va a vivir peor que la de nuestros padres. Y nuestros hijos e hijas, si es que aún quedan valientes que piensen que es viable ese lujo de tener hijos, sencillamente no tienen futuro.
Estos dÃas resulta bastante frecuente escuchar a muchos trabajadores y trabajadoras decir que no irán a la huelga, y lo argumentan lanzándose a una dura crÃtica contra los dos sindicatos mayoritarios del paÃs. No seré yo, afiliado como soy a CGT, quien les defienda, pero me preocupa que los que adoptan este discurso no se den cuenta de un importante detalle: el golpe que supone esta reforma laboral no lo van a sufrir ni Méndez ni Toxo. Ellos están más que a salvo. Esta reforma laboral la van a pagar, en cambio, la inmensa masa social de este paÃs, compuesta por aquellos hombres y mujeres que sólo cuentan con su fuerza de trabajo para ganarse el pan.
No son las grandes cúpulas paniaguadas de los sindicatos de concertación los perjudicados por esta reforma laboral. No, el perjudicado eres tú, que tal vez trabajas en una subcontrata y te han echado al ser descubierto cuando querÃas montar un comité de empresa. O tu padre, que ha sido despedido a sus 50 años con 20 dÃas de indemnización por año trabajo, en lugar de 45, ya que esta reforma laboral tiene efectos retroactivos. O tal vez sea tu hermana, a la que le han cambiado el horario de trabajo de buenas a primeras y ya no puede ver a sus hijos. El primer caso ha ocurrido toda la vida. Los otros ahora serán posibles tras la reforma laboral.
A finales del pasado año, mi comité de empresa, del que tengo el inmenso honor de formar parte, forzó un acuerdo con la dirección que permitió mejorar las condiciones laborales de gran parte de nuestros trabajadores. Este acuerdo mañana puede quedarse en agua de borrajas si la empresa dice que ha tenido un mal año, y poco importará que mientras tanto siga repartiendo dividendos y bonus a los señores que deciden nuestro destino. Asà sucederá previsiblemente con los acuerdos y convenios colectivos en miles y miles de empresas, afectando tal vez a decenas o cientos de miles de trabajadores. Ellos, y no los liberados sindicales, ni Méndez, ni Toxo, son las vÃctimas de la reforma laboral. Y lo son porque aunque quieran defenderse, el nuevo marco legal no lo va a permitir.
A esos trabajadores que critican a los sindicatos tachándoles de gremio privilegiado les formularÃa la siguiente pregunta: ¿tú dejarÃas tus derechos laborales, que son los que te garantizan un trabajo digno, en manos de gente en la que no confÃas? Porque si no confÃas en los dos grandes sindicatos, puedes afiliarte a otras muchas centrales sindicales. Otra posibilidad serÃa cambiar desde dentro a esos dos grandes sindicatos mayoritarios. Posiblemente, si en lugar de la afiliación tan mÃnima que se registra en ellos, la inmensa mayorÃa de la clase trabajadora de este paÃs estuviera activa y militante dentro de CCOO y UGT, sus cúpulas lo tendrÃan mucho más difÃcil para hacernos comulgar con ruedas de molino.
Pero los trabajadores no hacen ninguna de las dos cosas. No buscan otros sindicatos ni tampoco intentan afiliarse a los dos grandes para presionarles y obligarles a tomar otra dirección. En lugar de eso se queda viendo la televisión, y tragándose los tendenciosos mensajes de esos opinólogos y polÃticos que también están convenientemente paniaguados, todavÃa más que los sindicatos, por cierto, y que les inoculan ese brillante mensaje de “jodeos, liberados sindicales, que yo no voy a la huelga por esa reformaâ€. Por esa reforma que atenta contra vosotros, la clase trabajadora de este paÃs, les falta añadir.
Nuestros padres consiguieron vivir mejor que nuestros abuelos. Pero mi generación, la nacida a partir de la década de los ochenta, va a vivir peor que la de nuestros padres. Y nuestros hijos e hijas, si es que aún quedan valientes que piensen que es viable ese lujo de tener hijos, sencillamente no tienen futuro. No tienen futuro porque hemos hecho todo lo posible para que no lo tengan. O mejor aún, no hemos hecho nada. ¿Hasta cuándo tiene que seguir cayendo vuestra dignidad para llegar al fondo del pozo? Esa serÃa la pregunta que yo me atrevo a lanzar a toda esta generación que asiste como espectadora a su propio despojo.
Pero algunos y algunas no nos resignamos, y aunque seamos pocos, allà estaremos con nuestra dignidad a cuestas el próximo 29 de septiembre. Intentando hacer nuestra la convocatoria. No de UGT, no de CCOO, ni siquiera de CGT, mi sindicato. La clase trabajadora de este paÃs debe unirse sin fisuras de nuevo e intentar trascender y superar todas las siglas. La protesta debe ir más allá del dÃa de la huelga general y seguir adelante. Comandada no por las cúpulas, sino por nosotros y nosotras, que somos las vÃctimas propiciatorias de esta reforma laboral. Salvo que volvamos a recuperar el timón de nuestras vidas. De ti, que estás leyendo esto, depende. Despierta y haz el favor de darnos, en primera persona del plural, un futuro en el que merezca la pena que vivan tus hijos.
Daniel Jiménez Lorente – Periodista, sindicalista y militante de Los Verdes